He hecho una canción
pero sus acordes son irreverentes,
mis manos traspasan un diapasón
listo para reírse de la música,
y a partir de tanta burla
que resuena en mi cabeza,
ya no puedo palpitar al compás
de cuanta melodía hay reprimida dentro.
Quisiera que escuchases esta canción
que mis venas conducen
a tono con mis huesos;
y que dejándote guiar bailaras
al compás de una sonata inspirada en ti.
Los hombres no conocen más allá
de una estrecha línea.
Mi melodía ha convocado
a toda la humanidad, y alcanza, desvergonzada,
a un águila que nada entre las nubes
y a un pez que vuela entre las rocas;
y levanta tu semblante,
porque ha llegado a tu hogar.
Tú que tan lejos vives.
Mi tierra ya no es tierra;
un piano herido ha hecho tal secuencia,
ha roto mis cimientos
y ya no me queda más.
Mi obra esta de regreso
triste y encorvada,
justo a la vuelta de la esquina
todavía suena lento.
Puedes abrir la puerta...
quitarle el frío.
“Nocturno”
Jose Escobedo